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Profeta en tu propia tierra

Creo que todo ministro se ha identificado con este versículo en una o más ocasiones en su asignación como edificador(a):

«De cierto os digo, que ningún profeta es acepto en su propia tierra» (Lucas‬ ‭4:24‬).

Platicando recientemente con unos amigos ministros, me di cuenta que la situación aquí de Jesús, no difiere de las situaciones que la mayoría de los ministros enfrentan ante similares sistemas, esquemas, estructuras y condiciones de pueblo alrededor del mundo.

Examinemos el contexto en que Jesús hace tal declaración:

? Jesús llega a la sinagoga (lugar de reunión) donde desde niño y hasta adulto se había congregado y participado de la enseñanza durante el mayor tiempo de su vida;

?Fue allí donde leyó a los profetas y ministró del rollo una Palabra a los congregados que le conocían;

?Fue allí donde reveló la verdad presente a sus hermanos; Y

?Fue allí donde se maravillaban de las palabras de gracia que salían de su boca.

Pero todo cambió cuando Jesús rompió con el mensaje e interpretación tradicional del rollo (en los versos 23, 25-27). Sus hermanos, los de su misma congregación, se molestaron con él, no le creyeron, le rechazaron el mensaje e intentaron darle fin a su ministerio. ¿Le suena familiar?

No pienses por un momento que los incrédulos lograrán silenciarte

Si esta es tu situación, no pienses por un momento que los incrédulos lograrán silenciarte o detener el mensaje revelado por el Espíritu para transmitirse a los sedientos y hambrientos del amor, la gracia, el reino y Su plenitud de vida.

Mire lo que Lucas escribió para animarnos a seguir con nuestra encomienda: «Mas él pasó por en medio de ellos, y se fue» (Lucas‬ ‭4:30‬).

En otras palabras, Jesús no cedió a sus presiones, amenazas, intimidaciones, subestimaciones, expresiones condescendientes, ni tampoco modificó su mensaje del ministerio; Todo lo contrario. Jesús fue hacer lo que Dios lo envió a hacer (a lo suyo vino), ignorando a los que no valorizaron su don, su mensaje, y sobre todo, la voluntad del Padre.

Lo que le siguió fue un ministerio del espíritu y de reconciliación. Fue un ministerio dado y endosado por el Padre y, para gloria del Padre. Así que ánimo ministro competente del Eterno Pacto. Aunque no se te reconozca como profeta en tu propia tierra, de seguro habrán otros que te recibirán el Cristo y la Palabra de la reconciliación que vives y comunicas. Un fraternal abrazo. Compártelo a otros. Lo más seguro serán animados también.

Obispo Frank Picón

 

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